Después de la Transpirenaica vinieron el «Objetivo Norte», el «Reto Por Patas» y los «11 (+1) Cols des Pyrénées» pero, sin duda, el reto más importante de mi vida fue sobrevivir a un infarto fulminante que sufrí el 12 de enero de 2020 (a mi me gusta decir que dio una “Corazonada” ese día), sin avisar, dos meses antes de cumplir los 40, a punto de que nos confinaran por Covid y a 3 meses de ser padre.
A las semanas de salir del hospital empecé a aceptar que mi vida había cambiado considerablemente. El principal obstáculo con el que me encontraba, aparte de las consecuencias físicas, era el daño psicológico al que debía enfrentarme día a día. Es como nacer de nuevo, pero con la mirada desde otro plano. Con muchos miedos, con muchas dudas y muchas preguntas. Al final entendí que todas estas cuestiones no me solucionaban nada y por eso escogí la posición de tener únicamente la necesidad de aprovechar el tiempo que tengo con actitud y ganas, muchas ganas, sobre todo de sentirme vivo y capaz.
Lamentablemente, las enfermedades cardíacas son la principal causa de muerte en el mundo, siendo responsable de casi 20 millones de muertes en el mundo al año y por desgracia factores de riesgo como lo son la presión arterial alta, el colesterol alto (LDL), la diabetes, la obesidad, la mala alimentación, el sedentarismo, alcohol y tabaquismo o los trastornos del sueño siguen aumentando. Por otro lado, gran número de investigaciones están demostrando que una mayor cantidad de actividad física se asocia con un menor riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV), incluida la enfermedad coronaria, el accidente cerebrovascular y la insuficiencia cardíaca. A pesar de la evidencia, muchos adultos no realizan la cantidad recomendada de actividad física. Así que ante esta situación parece pertinente desarrollar actividades encaminadas a la promoción de la salud para motivar y ayudar a las personas y a los pacientes a adoptar estilos de vida más saludables.
Desde la Corazonada la montaña se convirtió en una especie de «súper-píldora» necesaria para mi salud física y mental. Pocas cosas consiguen aportarme más vitalidad que una salida en bici o una buena caminata por la montaña. Es, sin duda, el rincón más íntimo y especial en el que necesito estar cuando tengo tiempo. ¿Por qué? Cada reto, travesía, etc. puede ser una actividad totalmente transformadora, recibiendo a cambio una recompensa totalmente provechosa para mi salud mental y física. La montaña me ayuda mucho a afrontar la vida con actitud, siendo consciente de mis limitaciones, pero esta oportunidad de descubrir mis límites, mis miedos o mis fortalezas se traduce en una oportunidad increíble para sentirme una persona capaz con la recompensa de percibir en mis venas las inmensurables ganas de vivir la vida.