El reto era osado; acercar al espectador uno de los episodios fundamentales de la historia del montañismo en nuestro: probablemente la primera gran travesía de alta montaña por el Pirineo hecha por un excursionista catalán. El objetivo: la Maleïda (ahora en los mapas Pico Aneto)
JACINT VERDAGUER EN EL TECHO DEL PIRINEO
Mientras Jacint Verdaguer preparaba la obra ‘Canigó’, el histórico montañero César August Torras, desafiaba el mundo excursionista. Se pedía que fuera el primer montañero catalán que alcanzaría la cima de la Maleïda. Esto era en otoño de 1880. En 1881 ya estaba el primer pretendiente: el naturalista Artur Bofill, quien por causa del mal tiempo tuvo que abandonar la tentativa. En invierno de ese mismo año se acercaba el folklorista Cels Gomis. Llegó al puerto de Benasque con nieve hasta las rodillas. El verano de 1882, y medio secretamente, era Jacint Verdaguer quien afrontar el reto. Con el propósito, o tal vez también pretexto, de conocer el Pirineo para preparar ‘Canigó’, decidió subir la montaña. Sin embargo, quiso agrandar aún más ese desafío. Haría la cima por el lado del Aran, sin guías profesionales, con el equipaje mínimo, sin cuerdas, ni bastones, ni crampones, en travesía a pie desde la Seu d’Urgell y medio haría otras cumbres. Por supuesto, en aquella época no había casi mapas de esta vertiente del Pirineo o eran muy generales y malos. Pero es que él, ni siquiera disponía de estos mapas, ni de una guía escrita mínimamente seria. Para postre tuvo que esconderse públicamente buena parte de la travesía, especialmente los trozos más expuestos o por glaciares, dado que estaba mal visto que un presbítero hiciera ese tipo de cosas. Tampoco era un rico acaudalado como la mayoría de los montañeros de norte allá que ya habían alcanzado la cima, la mayoría desde Luchon. No tenía ni el dinero ni todo el tiempo del mundo. Tuvo que pedir permiso al marqués de Comillas, para quien trabajaba, para poder disponer de unas semanas para llevar a cabo el proyecto.
Más allá de que lograra o no el objetivo final, aquella travesía se convertiría en una auténtica aventura que quedaría casi escondida durante años y años al abrigo de una libreta de notas donde el escritor esbozaba poemas, pasajes épicos, recopilaciones de leyendas, descripciones de paisajes, tradiciones … y por supuesto, también vivencias personales, incluido un accidente que por poco lo mata.