En algunas familias, se ha instaurado el caos. La ausencia de obligaciones, de trabajo y de escuela ha hecho tambalear la estabilidad rígida horaria. No quiero opinar si es bueno o malo, si ha sido necesario o inútil, si dejar de mirar la hora ha servido de algo. Personalmente, no me gustan las dualidades y no todo es blanco o negro. Al final, tantas cabezas, tantos sombreros.
Pero sí el confinamiento, a pesar de hacer teletrabajo en mi caso, me ha transportado a nuestros días de viaje en bicicleta por el mundo. Aquellos días en que la hora que marcaban las agujas del reloj no tenía ningún tipo de ton ni son. Lo esencial era tener las necesidades básicas cubiertas, para poder seguir viajando y disfrutando del momento. Tener las provisiones necesarias de agua y comida, disponer de buena salud y que, además, el cielo fuera azul como el mar eran los factores que nos acercaban cada vez más a la felicidad.