*En Estados Unidos encontramos una de las mejores colecciones del país y seguramente del mundo: la de la biblioteca Bancroft de la Universidad de Berkeley (California), con más de 700 registros de Sierra Nevada, Yosemite, etc., a partir de 1875. En el resto del país también hay, a modo de resumen, la colección del parque nacional Grand Teton, completamente digitalizada (sede en Moose, WY, 64 volúmenes, inicio 1898), la del Colorado Mountain Club (Estes Park, CO, 110 volúmenes, 1915), la biblioteca de la American Alpine Club (Golden, CO, 670 volúmenes, inicio 1915), el archivo de los The Mountaineers (Seattle, WA, 361 volúmenes, 1907), la biblioteca de The Mazamas (Portland, OR, 350 volúmenes, 1873), y finalmente hay que citar un archivo situado en las antípodas, el de los Adelaide Bushwalkers (Australia), con 8 volúmenes fechados desde 1956, que a pesar de parecer modesto tiene la particularidad de estar completamente digitalizado en línea.
EL PAPEL CRUCIAL DEL CEC Y LOS TESOROS DEL AHCEC
El CEC fue la primera entidad de toda la Península Ibérica que se dedicó a colocar de forma sistemática libros de registro en las cimas. Juli Soler Santaló, promotor de la construcción del refugio de la Renclusa, fue a la vez el inspirador de la colocación del primer libro de registro del CEC en la cima del Aneto, que se efectuó el día 11 de agosto de 1915, lo que significó el fin de la hegemonía de los registros franceses colocados arriba del techo de los Pirineos desde 1857. Entonces empezó la saga histórica de 22 libros del CEC colocados ininterrumpidamente hasta el año 1967. Posteriormente, se decidió no poner más libros porque se habían convertido en un reflejo del desprecio progresivo de los valores espirituales y morales, y no se quería continuar facilitando la expansión de estas manifestaciones.
Aparte del Aneto, el CEC inició en 1919 una fuerte campaña de colocación de registros a más de veinte cumbres pirenaicas y prepirenaicas, destacando el del Pedraforca, que fue depositado por Lluís Estasén y compañeros en plena ascensión invernal, y el del techo de Mallorca, el Puigmajor, que fue colocado por Josep M. Co de Triola aprovechando el primer vuelo de hidroavión entre Barcelona y Palma. Pasada la década de 1930 se fue apagando esta actividad, siendo más propia de iniciativas personales que de la entidad; pero hay que decir que los libros de cumbres que se iban recogiendo una vez estaban llenos o en un estado precario fueron devueltos al CEC para conservarlos. De esta forma ha llegado a nuestros días la colección única de libros de registro de cumbres del Archivo Histórico del CEC (AHCEC), ubicada actualmente en el Archivo Nacional de Cataluña (ANC). Sus volúmenes no fueron catalogados hasta hace pocos años a cargo de la archivera Nuria Téllez, y aunque ha habido ciertas desapariciones de libros emblemáticos, especialmente de Montserrat, su legado es notable. Podemos encontrar más de 80 ejemplares, desde la saga de libros del Aneto, con la crónica de los rayos de la Maleïda escrita de primera mano y con letra temblorosa por Jaume Oliveras, hasta tarjetas del siglo XIX de ilustres pirenaicos (desde 1890), y muchos libros de registro históricos de los Pirineos, Montserrat y otros macizos catalanes desde principios del siglo XX. Es un legado que aún está por descubrir y que debería ser analizado por expertos en la historia de nuestro excursionismo. Sin duda, la digitalización del fondo ayudaría mucho a facilitarles el acceso.