EL TURÓ DE LA PEIRA (140 m)
Iniciamos el trayecto en la estación del metro de Vilapicina, por la salida de la calle Canfranc. Desde el paseo de Fabra i Puig, donde estamos, la calle Canfranc es la primera que encontraremos a la derecha. Subimos por las escaleras y llegamos hasta la esquina con la calle de Travau, que tomaremos a la izquierda y seguiremos hasta el final, donde encontramos una de las entradas al parque del Turó de la Peira. Es fácil deducir los caminos que nos llevarán hacia arriba, rodeando la colina hasta llegar (15 min) a un ancho mirador, coronado por una enorme cruz de hierro.
Los terrenos de lo que hoy es un parque formaban parte de una antigua cantera de propiedad privada, que pasó a manos públicas durante la Segunda República, abriéndose a la ciudadanía en 1936. A pesar de que la especulación y el desarrollismo de la década de 1960 la fueron cerrando cada vez más con edificios y construcciones, la colina ha mantenido personalidad, con una forma cónica que hizo pensar que podía tener origen volcánico. En 2007 se hizo una rehabilitación integral que le ha dado el aspecto actual, amable y atractivo. El Turó de la Peira ha dado nombre al barrio que lo rodea y que pertenece al distrito de Nou Barris. Es un oasis de tranquilidad, con un bosque de pinos en la vertiente norte y una flora mediterránea muy diversa por los demás rincones (palmeras, olivos, eucaliptos, cipreses, pitas …), que la hacen un buen hábitat para diversas especies de pájaros. Desde el mirador se puede contemplar una sorprendente, por cercana, panorámica de la sierra de Collserola y los barrios de aquella vertiente (Horta, Vilapicina, Vall d’Hebron y Montbau …). También hay una buena visión del mar y, desde aquí, se vislumbra muy bien, en dirección oeste, el Turó de la Rovira, nuestra próxima meta.
EL TURÓ DE LA ROVIRA (262 m)
Vamos a buscar la salida de la colina bajando en dirección norte, por un camino que va flanqueando un pinar, con algunas áreas de picnic con mesas y fuente. Salimos a la calle Vall d’Ordesa, que cogemos en dirección izquierda hasta encontrar los jardines de Tiberio Ávila y bajaremos por sus escaleras, cruzando de nuevo el paseo Fabra i Puig y siguiendo por otro tramo de escaleras que nos lleva a una pequeña zona ajardinada, con un busto del poeta gallego Castelao; enseguida encontramos, a nuestra izquierda, la calle Duero. Esta es una vía tranquila, con el tráfico pacificado y con muchas casitas bajas que, después de pasar la linda plaza Bacardí, atraviesa el barrio de Vilapicina hasta llegar al paseo Maragall, que atravesamos para encontrar de frente la calle de la Font d’en Fargues. La denominación proviene de la próxima Masía Can Fargues, una gran construcción medieval con torre de defensa y hoy Escuela municipal de Música.
Iremos subiendo de forma sostenida por la larga calle que, flanqueada por algunas elegantes torres modernistas de principios del siglo XX llega hasta el lugar de la Font d’en Fargues (51 min), que da nombre no sólo a la calle sino al barrio, situado ya en el distrito de Horta-Guinardó. En 1900 se inauguró una singular gruta que protege la fuente y se construyó un quiosco modernista, un lugar que alcanzó una gran popularidad en aquellos momentos, convirtiéndose en centro de encuentros políticos y de citas amorosas. Una copla popular, que recogían Fabra y Huertas Clavería, dejaba testimonio:
Anant a la font d’en Fargues
vaig conèixer el meu promès…
Noies que voleu casar-vos,
el provar no costa res.
Más tarde se construyó un restaurante que también era frecuentado por los vecinos de la zona. Hoy, sin embargo, este bellísimo rincón está abandonado. El edificio del restaurante se derribo y la gruta de la Font está cerrada, en espera de un nuevo reavivamiento.
Salimos de la Font d’en Fargues subiendo un primer tramo de escaleras con barandilla de madera y giramos a la izquierda para coger la entrada a una pista con candado, para impedir el paso de los coches: ya estamos en el interior del parque de la Font del Cuento, una de las vertientes del Turó de la Rovira. Seguiremos ascendiendo hasta que encontramos una primera explanada desde la que reencontramos las vistas sobre la ciudad y el mar al fondo. Dejamos la pista y cogemos el camino que atraviesa por el medio del bosque, cruzamos otra pista y seguimos siempre por el camino que sigue la divisoria de aguas, y desemboca directamente al inicio de la calle Marià Lavèrnia, un calle de pueblo con casetas y torres bajas, ahora bien urbanizada y donde llega el bus 119. Recorremos esta travesía, donde también hay una fuente pública, y llegamos ya al punto más alto del Turó de la Rovira (1 h 15 min).
Se trata de una extraordinario balcón y, gracias a la remodelación de 2010, es una de las nuevas atracciones turísticas de Barcelona, muy presente ahora en anuncios y redes sociales. Los turistas llegan hasta aquí -algo impensable hace pocos años- para contemplar las magníficas vistas de la ciudad, que abarcan los dos perfiles -el marítimo y el de Collserola- en toda su amplitud. El tópico de que la ciudad se extiende a nuestros pies se hace aquí realidad, y la capital, la gran hechicera, que cantó el poeta Maragall, muestra con coquetería su trama urbana, la racionalidad de l’Eixample, la vitalidad de los barrios, la abigarrada densidad del casco antiguo y algunos de los iconos recortados sobre la línea de costa: la torre Glòries, la Sagrada Familia, el Hotel Arts o la torre Mapfre en el Puerto Olímpico, el Hotel Vela, la montaña de Montjuïc…
Otro atractivo de este cerro es que albergó las baterías que el ejército republicano construyó para defender la ciudad de los ataques aéreos italianos, precisamente para disponer de una visión 360º, y aún se pueden ver los búnkeres y otros espacios militares. Ahora, este espacio se ha musealizado y se pueden visitar las diferentes dependencias, en las que el Museo de Historia de Barcelona ha instalado paneles explicativos, tanto de aquel episodio como de la historia del barrio dels Canons, en la ladera inmediatamente inferior, donde, en la segunda mitad del siglo pasado se construyó un gran barrio de chabolas. Paneles y folletos dan una lectura pedagógica e instructiva para aproximarnos, más allá de las panorámicas, a la esencia del espíritu protector o genius loci de este lugar.