El Tiempo del Vacio

EL TIEMPO DEL VACÍO

Columna escrita por JOKIN AZKETA
Fragmento del libro «EL TIEMPO DEL VACÍO» (Jokin Azketa, Ediciones Desnivel)

Un paso mal dado.
Un traspiés.
Un resbalón o un mareo, un desvanecimiento momentáneo que apenas seria perceptible en un lugar menos arriesgado…
Algo tuvo que ocurrir porque parece difícil caerse de un sitio así. No es imposible -desde luego que no, al final casi nada lo es- pero lo normal cuando se recorre una estrecha cornisa es caminar con los cinco sentidos en guardia, con tanta atención y cuidado en cada movimiento, que no parece probable que pase…
Pero pasó.
Y sucedió a media mañana de un día de otoño, tras haber ascendido entre árboles gigantes, mientras un manto de hojas, una alfombra amarilla -y a veces ocre- acogía mullida y haciendo leves movimientos bajo sus pies a aquél pequeño grupo de caminantes.
Exactamente, era el miércoles dieciocho, uno de los primeros días de octubre en los que no hacia falta tomar el autobús en Torla, sino que ya estaba permitido subir en coche y dejarlo en la pradera.
Durmieron la noche del martes en el Edelweis, tan acogedor con sus macetas de flores rojas en los balcones, y el miércoles a primera hora, ya estaban en el aparcamiento. Se fueron atando las botas y cerrando las mochilas. Sí que repararon en que había unos cuantos vehículos estacionados, seguramente de quienes van a sacar fotos del bosque y que no suelen aventurarse más arriba de las gradas de Soaso… todo lo más, alguno llega a alcanzar la Cola de Caballo. Pero estaban a lo suyo y no les prestaron demasiada atención.
Tampoco a un coche rojo estacionado al fondo del todo…
Dejaron la furgoneta alquilada, en la que cabían los seis, y recorrieron por la carretera los ciento y pico metros que hay hasta la Casa Oliván.
Junto al poste de señales que indica Circo de Carriata, Faja Racón, Tozal del Mallo, se hicieron las primeras fotos a pesar de no ser ninguno de aquellos su destino.
Durante dos horas fueron ascendiendo por una pendiente fuerte y mantenida hasta alcanzar las clavijas de Salarons.
Para entonces una de las chicas del grupo ha comenzado a retrasarse y camina algo separada de sus compañeros.
Poco después abandonan a su izquierda el sendero que conduce al Tozal.
Al Tozal del Mallo que desde donde están luce imponente y parece un torreón inaccesible iluminado por las primeras luces de la mañana que ya le alcanzan en lo alto.
Todos se detienen cuando están a punto de cumplir tres horas caminando desde el aparcamiento. Miran el paisaje, beben y se reagrupan.
Una larga cornisa -un fino zócalo- se extiende frente a ellos con apariencia inestable y poco acogedora.
Saben que no es así y que sólo es un camino aéreo pero fácil, un lugar que no se parece a ningún otro y al que llaman Faja de las Flores. Pero la chica que antes ya se había descolgado del grupo en el circo de Carriata, al poner sus pies en aquél sendero que cuelga sobre la nada, ha sentido algo de desasosiego.
Lo recorren tranquilamente, aún así, ella, vuelve a quedarse otra vez rezagada.
Es posible que la sensación de altura y de vacío, no le permitan moverse con soltura ni con más rapidez.
Dos horas y media más tarde, llegan al lugar en el que el sendero colgado parece terminar. La gran panorámica del Taillón, del Casco y de la Torre de Marboré así lo confirman. Crestas brillantes como cristales, recortadas contra el cielo azul y que más abajo, se vuelven grises y mates al perder luz… Por debajo de la Brecha, destacan los grandes bloques que algún día cayeron y que ahora, solitarios, hacen pensar en un lugar abandonado.
Quien no ha visto esto, no ha visto nada…
Dejan que pase un buen rato.
Esperan mientras el tiempo corre pero ella, no llega.
Piensan, con razón, que no es posible que tarde tanto, que algo ha debido sucederle y en lugar de continuar, como tenían previsto, el largo camino hasta el Refugio de Góriz por los inmensos y desiertos pedregales del Cuello del Descargador, vuelven sobre sus pasos, desandan lo antes andado cada vez con más temor, hasta alcanzar el aparcamiento con el corazón para entonces ya metido en un puño.
Ni rastro de la chica.
Desde donde se encuentran, la Faja es apenas una raya delgada que, a muchísima altura, cruza en horizontal una gran pared. Ahora les parece mentira haber pasado por allí…
Dan el aviso, la alarma se extiende y el miedo les atenaza.
Aún quedan unas horas de luz de un día claro y antes de que anochezca, los del Greim les dan la mala noticia. Lo que parecía imposible había sucedido.
Su amiga Rosana, inexplicablemente, se había caído en la primera parte del recorrido…

Veinticuatro días más tarde, aprovechando una mañana soleada y fría de un sábado de principios noviembre. Dos amigos de Tarbes escalan en el Valle de Aspe, disfrutan mientras hacen tiempo para la llegada del invierno.
Se encuentran en el Chemín de la Mature, un camino tallado en la roca de un kilometro de largo y que vuela ciento cincuenta metros sobre un barranco profundo, al que llaman las Gorgas del Infierno. Los dos chicos están en las placas calizas que hay por encima del camino, en una vía que seguramente ellos con su experiencia, consideran poco exigente.

El que asegura desde arriba a su compañero al acabar el primer largo, cree ver un bulto anaranjado en el fondo del barranco. Una vez juntos en la reunión, miran con atención y a pesar de la distancia y de la altura, los dos creen ver un cuerpo humano que viste una chaqueta de ese color…
Ese mismo día por la tarde, los gendarmes rescataron el cadáver de una mujer de unos treinta y cinco años y el forense afirmó que el fallecimiento se había producido el miércoles anterior -el día ocho-. Llevaba allí cuatro días y las causas de su muerte, como es normal cuando alguien ha caído desde esa altura, no ofrecían la menor duda.
El segundo accidente inexplicable en pocos días y en un lugar, también aéreo, pero del que resulta casi imposible caerse. Los hermosos colores del paisaje de otoño -la estación más bella del año- tenían ahora sobre ellos algunas gotas rojas -puede que fueran de sangre- que lo salpicaban todo…
Por si esto fuera poco, nadie había denunciado su desaparición… Es posible que caminara sola pero, en ese caso, ¿por qué no había ningún coche esperándole en el aparcamiento? ¿Habría llegado hasta aquí haciendo auto stop?
El Tiempo del Vacio
El Tiempo del Vacio

EL TIEMPO DEL VACÍO
Extraños sucesos en el Pirineo

Jokin Azketa
Ediciones Desnivel (2019)
En algunos lugares característicos que todos los montañeros conocen y por los que caminan cientos de senderistas comienzan a producirse sucesos peculiares. Un directivo de la FEDME desconfía de que sean simplemente accidentes y, aunque nadie le hace caso, comienza a indagar con ayuda de un investigador privado, con quien entabla una curiosa relación. Los grupos de rescate se movilizan en muchas ocasiones, que algunas veces resultan ser falsas alarmas, pero que siembran el desconcierto y el temor entre los montañeros. Mientras se desarrolla la acción el federativo lleva a cabo un concienzudo trabajo recopilando datos acerca del Conde Russell, uno de los padres del pirineísmo. Las dos tramas acaban por conectarse contribuyendo a fijar la idea de que la verdad es algo difícil de precisar. Los hechos de una y otra época suceden en paisajes de una impactante belleza evidenciando una gran preocupación por la protección de la naturaleza que en uno de los protagonistas es, a veces, algo enfermiza.

JOKIN AZKETA

Jokin Azketa es uno de los socios fundadores de MUGA (Pamplona) que abrió sus puertas en el año 1986 y que continúa siendo lugar de encuentro imprescindible entre viajeros y montañeros. En el año 2012 publicó su primera novela “DONDE VIVEN LOS DIOSES MENORES” en la que desarrolló una trama intensa en torno a una travesía invernal de los Pirineos. Al año siguiente, ganó el Premio Desnivel de literatura de montaña con “LO QUE LA NIEVE ESCONDE” en la que una expedición al Kedarnath Dome en el Himalaya de la India servía como telón de fondo para la intriga y para dar rienda suelta a unos personajes de pasado oscuro. Ese mismo año 2013, participó junto a otros autores, en el libro “INQUIETOS VASCONES” que recogía distintos relatos y experiencias viajeras y que fue editado también por Desnivel con fines benéficos. Forma parte del blog “LA LÍNEA DEL HORIZONTE” y dedica gran parte de su tiempo a viajar, recorrer macizos montañosos y a escribir acerca de ellos para diferentes medios siempre bajo distintos seudónimos. “EL TIEMPO DEL VACÍO» es su tercera novela y parece consolidarle definitivamente en el panorama de la literatura de montaña como un autor interesado tanto en la tensión psicológica como en la belleza del medio natural.
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