EL REFUGIO

Columna escrita por ELISEU T. CLIMENT y publicada en la revista VÈRTEX

Refugium significa eso mismo, la acción de huir atrás (re-fugium), de buscar un lugar al abrigo de peligros y de adversidades. Una fuga, una evasión con el único objetivo de la salvación de cuerpo y alma.

Y es así como hay que entender el refugio de montaña, un espacio acogedor y de acogida; un espacio consistente y frágil al mismo tiempo, a medio camino entre la naturaleza y el cobijo, un umbral mediante el que entablamos una singular relación de permeabilidad entre ambos mundos. El refugio, al igual que la cabaña, protege, pero ni mucho menos salva; uno se está, pero no se instala. Convierte en el espacio mínimo necesario para que un nómada se sedentearice temporalmente. La cabaña y el refugio no se habitan, son transitorios en su esencia, porque habitar proviene de hábito, que es el que impone un hogar.
Hay quien ha buscado en esta vivienda mínima un lugar de retiro y de austeridad, de proximidad espiritual, física y emocional con la naturaleza. De nombres, no faltan en el mundo de las letras que se hayan refugiado en una cabaña: JACK LONDON, en el Yukon; HENRI-DAVID THOREAU, a las afueras del Lago Walden, en Vermont; y más próximo y actual, el italiano PAOLO COGNETTI, autor de «Le otto montagne, novela traducida y publicada en catalán en 2018, donde explica su experiencia en un rincón de altitud del Valle de Aosta.

No obstante, estos refugios son en buena medida refugio psíquico, como también lo son algunos paisajes que actúan como tales. Cada uno posee uno de predilecto que frecuenta periódicamente, si no a diario, y donde encuentra el calor de un espacio acogedor, de un hogar más mental que físico. Son espacios reconfortantes en medio del silencio, o no lejos del ruido de las áreas metropolitanas. Son espacios personales e intransferibles, íntimos, capaces de transmitir seguridad y sosiego a quien capta su energía. En ellos, el habitante experimenta un desfase espacial y temporal, mediante el cual conecta con él mismo. Estos paisajes-refugio, que fueron analizados en profundidad en una excelente jornada organizada por el Observatorio del Paisaje de Cataluña, emergen de la nada, allí donde la mirada y las emociones de quien es sensible los escoge. Pueden darse en un rincón de un parque urbano o en una plaza tranquila, al pie de una fuente, o en medio de un bosque. Y, como no, sobre una cima.
Los metropolitanos y urbanitas los necesitamos como el pan que nos comemos, al menos los que tenemos la naturaleza y las montañas como referentes. Hay quien intenta, intentamos, fugarse de la urbe de manera recurrente. Entre estos, los ciclistas que coronan una y otra vez el Tibidabo, en Barcelona. Allí arriba, se detienen. Tan sólo unos minutos asomados sobre la gran ciudad, sienten el privilegio de estar dentro y fuera de plano. Aquel espacio temporal de contemplación, pienso cuando los veo, debe ser su refugio diario, un lapso de abstracción que los eleva por encima de la realidad enloquecida de la ciudad, de los líos de trabajo, de las preocupaciones familiares y de las personales. Un instante sólo de desconexión del presente, ese vacío que proporciona el tiempo parado; unos segundos de conexión con ellos mismos antes de emprender el camino de bajada a toda velocidad. La ciudad los espera para volver a vestirlos de individuos del asfalto, con el estrés y la tensión como motores de la propia existencia.

ELISEU T. CLIMENT

Trabaja como periodista desde 1993. Primero como periodista cultural y medioambiental, para centrarse posteriormente en el periodismo deportivo especializado, aunque mantiene la primera actividad en el semanario EL TEMPS. Es jefe de redacción de la revista TRAIL, dedicada al trail running; ha sido asesor y colaborador de la revista de cultura ciclista VOLATA, y desde 2014 colabora con VÈRTEX, de la que fue su jefe de redacción a principios de los 2000. Ha colaborado, entre otros medios, en DESNIVEL, GRANDES ESPACIOS, ALTAÏR o VIAJAR. Es autor de la guía de trail running COLLSEROLA. 20 ITINERARIS PER A DESCOBRIR-LA (Editorial Alpina) y coautor del mapa-guía CAVALLS DEL VENT, de la misma editorial. Sus deportes son la escalada, correr por montaña, el esquí de montaña en telemark y la bicicleta en diferentes modalidades (carretera, mountain bike, tándem, cicloturismo). Su pasión por la bicicleta desde 1982 le ha llevado a viajar por todas partes: Islandia, Finlandia en invierno, Marruecos, Benin, Cuba … y los principales países y macizos europeos. Para él, el ciclismo es, ante todo, una experiencia geográfica. Es por eso que creó en 2015 la CAT700, una aventura en autosuficiencia que atraviesa Cataluña de Norte a Sur. Ha sido el impulsor de la modalidad de ciclismo de grava en Cataluña, el gravel, como vía de descubrimiento y exploración territorial. En 2013 creó su propia marca de bicicletas a medida, GRAVEL CYCLES, que diseña él mismo.
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