EL TERRITORIO EN PALABRAS

Columna escrita por ELISEU T. CLIMENT y publicada en la revista VÈRTEX

Me gusta, no voy a ocultarlo, pensar sobre lo que veo, sobre lo que me pasa por delante, sobre la realidad en general y algunos de sus detalles en particular.
Cuando transito por el territorio, detengo la mirada en cualquier insignificancia que me llame la atención. La incorporo a la retina y sigo. La cantidad de información que posee el territorio y su densidad, su legado y riqueza no pueden ser, en ningún caso, ignorados. La presencia del ser humano y de las sociedades y pueblos que históricamente le han habitado ha transformado la tierra en territorio, haciendo de ella un producto cultural. Pueblos y civilizaciones han adoptado el texto en bruto, la tierra, y lo han editado, aplicando formatos y convenciones, añadiendo contenidos y matices.
Entre la multitud de capas superpuestas que conforman, ahora, el territorio, la toponimia desvela mensajes, secretos y proporciona las claves para interpretar la simbiosis tierra-ser humano, o naturaleza y cultura. Al fin y al cabo, el arraigo de las sociedades en el lugar, donde éstas encuentran el verdadero sentido de su existencia.
La toponimia (del griego topos y ónoma, designación del lugar) representa, pues, un puente lingüístico de una densidad inenarrable: los nombres de lugar delatan la mirada de sus habitantes y hablan de la percepción particular de éstos sobre su entorno, de los usos, de los miedos, historias y leyendas, y del respeto por el elemento natural. Si desactivamos el resto de capas, la toponímica recrea el territorio en palabras, construye su narración.
El Montseny es el monte signum, o montaña señal para los navegantes, que le observaban mar adentro. Los temores a la alta montaña aparecen aquí y allá: el Puigmal, la Maladeta, el collado del Malpàs, el Pic de l’Infiern… Los rigores del invierno y los efectos dramáticos de los cambios repentinos de tiempo sorprendían al ganado en la sierra del Boumort, y el omnipresente Coll de Jou (o Colldejou, pueblo) reitera con insistencia el concepto de cuello o cresta de montaña, cuando el sentido primigenio de «yugo» (del latín jugum, cresta de montaña o cuello) acabó erosionándose.
Hoy la actividad humana sigue generando nombres de lugar para designar nuevos asentamientos y usos del territorio. Y estos topónimos son delatores, ahora como antes, de la percepción y de las dinámicas humanas. Lo que ayer era simbiosis entre territorio y habitante, hoy se ha vuelto desarraigo, distancia, autismo y artificio; imposición de despacho con fines especulativos y comerciales. Y esto la toponimia contemporánea lo expresa muy bien: no designa ya el territorio que pisa, sino que emite sonidos exóticos que transportan a paraísos artificiales, en los que el lujo queda intrínsecamente asociado. Fórmulas en las que, sea como sea, la lengua local se reduce a elemento folclórico, mientras que algún sustantivo inglés salva el topónimo de un posible localismo. Los topónimos contemporáneos no remiten a espacios genuinos de relaciones sinceras, orgánicas, ni a formas ni colores, ni leyendas, sino a asentamientos artificiales, a menudo tematizados. Marina de Oro, Alella Park, Roca Village, Barcelona World, Boí-Taüll Resort… Reescriben el territorio, inventan otra realidad, que, dicho de paso, no es la nuestra. O al menos la mía, no.

ELISEU T. CLIMENT

Trabaja como periodista desde 1993. Primero como periodista cultural y medioambiental, para centrarse posteriormente en el periodismo deportivo especializado, aunque mantiene la primera actividad en el semanario EL TEMPS. Es jefe de redacción de la revista TRAIL, dedicada al trail running; ha sido asesor y colaborador de la revista de cultura ciclista VOLATA, y desde 2014 colabora con VÈRTEX, de la que fue su jefe de redacción a principios de los 2000. Ha colaborado, entre otros medios, en DESNIVEL, GRANDES ESPACIOS, ALTAÏR o VIAJAR. Es autor de la guía de trail running COLLSEROLA. 20 ITINERARIS PER A DESCOBRIR-LA (Editorial Alpina) y coautor del mapa-guía CAVALLS DEL VENT, de la misma editorial. Sus deportes son la escalada, correr por montaña, el esquí de montaña en telemark y la bicicleta en diferentes modalidades (carretera, mountain bike, tándem, cicloturismo). Su pasión por la bicicleta desde 1982 le ha llevado a viajar por todas partes: Islandia, Finlandia en invierno, Marruecos, Benin, Cuba … y los principales países y macizos europeos. Para él, el ciclismo es, ante todo, una experiencia geográfica. Es por eso que creó en 2015 la CAT700, una aventura en autosuficiencia que atraviesa Cataluña de Norte a Sur. Ha sido el impulsor de la modalidad de ciclismo de grava en Cataluña, el gravel, como vía de descubrimiento y exploración territorial. En 2013 creó su propia marca de bicicletas a medida, GRAVEL CYCLES, que diseña él mismo.
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