«Frodo caminaba por las orillas del caudaloso Bruinen y vio los pálidos y fríos rayos de sol saliendo a las lejanas montañas, que iban descendiendo para mezclarse con la neblina … Sam caminaba a su lado .. . mirando hacia las altitudes del Este. La nieve era blanca sobre las cumbres. El agua corría y saltaba ruidosamente y la tarde estava impregnada de un suave aroma a árboles y flores como si el verano aún se alargara». Así comienza «Return to Middle Earth», un interesante artículo de Sarah Warwick, donde nos relaciona esta descripción de Rivendell, el libro El señor de los anillos con el valle de Lauterbrunnen. Y es que JJ Tolkien viajó en 1911, con su hermano y un grupo de amigos desde Interlaken hasta Zermatt, caminando 290 kilómetros por las zonas del Oberhorn Bernés. Entonces, Tolkien tenía sólo 19 años y sería un viaje que lo marcaría de tal manera que 56 años después escribía una carta a su hijo explicándole que la inspiración para crear Rivendell le había venido recordando aquel viaje. Y, efectivamente, el valle de Lauterbrunnen, en la región de la Jungfrau representa perfectamente este valle cerrado, con un río caudaloso que lo cruza, altos riscos por donde manan potentes torrentes glaciares que se estrellan hasta el fondo del valle, con las cumbres de nieves permanentes sólo visibles, lejanas, en la apertura del fondo. Nos cuenta Tolkien que en este viaje «dormían sobre el heno, en bordas y estables, sin hacer ninguna reserva, desayunando ligero para, durante el día, comer al aire libre … mientras caminaban, mapa en mano, evitando las carreteras». Un viaje muy envidiable para quienes disfrutamos del entorno de la montaña en su estado más salvaje; no nos cuesta mucho imaginar cómo llegó a ser de importante, esta aventura, para un joven venido de Inglaterra.
Este viaje, sin embargo, no fue una casualidad, porque en el siglo XIX, el Oberhorn Bernés en los Alpes Suizos, ya era un destino masivo del turismo de montaña, pensemos que una de las joyas de esta zona es la Jungfraujoch, también llamado el Top Europe porque es la estación de tren más alta de Europa, concretamente a 3.454 metros, una obra de ingeniería ferroviaria inaugurada el 1 de agosto de 1912, y que más de cien años después de su puesta en marcha aún nos sorprende por su osadía técnica, tuvieron que agujerear el interior del Eiger (3.970 m) para llegar a la estación que queda a los pies del glaciar del Alesch entre la Jungfrau (4.158 m) y el Mönch (4.107 m), un verdadero espectáculo de alta montaña que actualmente visitan cada año más de un millón de turistas.
Y, seguramente, por eso actualmente entre nuestros destinos en los Alpes Suizos hay lugares que una vez tras otra han salido entre nuestros planes, seguramente uno de estos es el pueblo de Zermatt con el Matterhorn y los macizos vecinos, y, sin lugar a dudas la otra es Interlaken, la puerta de entrada hacia la región de la Jungfrau con los valles de Lauterbrunnen y Grindelwald. Esta entrada a los dos valles es impetuosa: Interlaken, un pueblo en medio de dos lagos de 17,5 kilómetros de longitud el de Thun y 14 el de Brienz, conectados por el río Aar que lo cruza y desde donde ya podremos ver las montañas si encaramos nuestra mirada hacia el fondo del valle.