Columnes Homenatge al arbres

HOMENAJE A LOS ÁRBOLES

Columna escrita por JAVIER DÍAZ MURILLO

Árbol, ante ti me arrodillo, todos deberían hacerlo. Hay algo en tu presencia que me fascina y quizá es eso, presencia, estar en tu sitio, ocupar tu espacio y hacer de él tu paraíso, incluso en las ciudades, en los recintos de asfalto y en los márgenes de las autopistas, ahí puedo verte más altivo y hermoso, impasible ante la ignorancia humana. Eres ejemplo de adaptación y aceptación al medio y sus circunstancias, ofreces vida oxigenada sin pedir nada a cambio, y sientes, estoy seguro, y te comunicas (ya está demostrado) con otros a través de un lenguaje que no comprendemos, pero es real.

De niño me gustaba trepar a los árboles. Recuerdo cabañas construidas en sus cuerpos de madera, tardes de puestas de sol, bocanadas de humo y sorbos de zumo dorado. Recuerdo una maroma como un columpio improvisado colgando de una rama horizontal sobre un arroyo escuálido. Recuerdo balancearme como un mono en la selva amazónica. Quizá los árboles fueron nuestro primer refugio contra las fieras hambrientas, en ellos siempre me sentí seguro.
Homenatge als arbres
A veces me quedo pasmado al ver tus hojas danzar con la brisa y creo dicen algo que mi mente no llega a entender, pero mi alma sí. Saludan y acompañan mi caminar con una melodía sagrada. A veces me detengo ante la figura de un árbol solitario en mitad de un campo de cultivo y siento que su presencia da sentido al paisaje, lo dota de vida. Y desde mi corazón surge un hilo de luz que me conecta con él y entonces siento sus veranos, sus otoños, sus inviernos, siempre en el mismo sitio, dando lo mejor de sí mismo. E imagino que a través del subsuelo transmite su parecer a otros que como él habitan como centinelas en otras fincas moldeadas por los humanos. Y entonces ya no se perciben tan aislados porque la tierra a la que están unidos actúa como un tejido conectivo a través de fibras sensibles. Y en esa oscuridad se cuentan historias.

Si miras a un árbol con detenimiento sacas enseñanzas como la importancia de poseer unas raíces fuertes, de estar presente, de aceptar, de integrarte en el entorno y además mejorarlo, de ofrecer cobijo, de cultivar el equilibro cielo-tierra, etc. Desde pequeño, cada vez que veía un incendio forestal en televisión y luego informaban que había sido provocado, me ardían las entrañas, tal era la rabia que me invadía, y lloraba con los hermanos árboles, pues con ellos una parte de mí también moría.
Homenatge als arbres
Cuando nos perdíamos por la Casa de Campo subirnos a los árboles era una costumbre. Había un pino mediterráneo que nos servía de palco gratuito para ver los números del delfinario del zoo. Muchas veces soñé con vivir entre las ramas y dormir en una hamaca en las alturas como los na’vis de Avatar o los ewok de Star Wars, o imitar al niño protagonista de la novela de Italo Calvino, El barón rampante, o colarme por el hueco de un tronco como Alicia y salir maravillado al otro lado para explorar mis fantasías y escalar hasta la rama más alta para perderme en las estrellas.

Hoy, cuando paseo por la orilla de mi querido río Arga, bajo una bóveda vegetal de árboles imponentes, brota en mí un sentimiento de gratitud, privilegio y respeto. Me imagino siendo uno de ellos y entonces una energía descomunal inunda cada resquicio de mi organismo, y así puedo atisbar, mas no comprender del todo, algo de esa conexión perfecta con el universo y el espíritu de Gaia. Pocas cosas hay más sanadoras que pasear entre los árboles, pero eso ya lo sabía desde que llegué a este mundo, ahora lo llaman ‘baños de bosque’ y lo recetan para gentes con estrés. A mí me basta con darme cuenta de que siempre están ahí, en silencio, para respirar su paz y su belleza.
Homenatge als arbres

JAVIER DÍAZ MURILLO

Periodista, caminante, reikista, viajero y gastrónomo
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