PUIG I CADAFALCH

LA MISIÓN ARQUEOLÓGICA DE 1907

Crónica escrita por ENRIC SOLER I RASPALL,
publicada en la revista MUNTANYA número 921

EL NACIMIENTO DE UN PROYECTO

Fue de forma fortuita, mientras visitaba una exposición en CaixaFòrum Barcelona, cuando descubrí en la librería un catálogo que la Fundació “la Caixa” había editado junto con la Fundació Institut Amatller d’Art Hispànic para conmemorar una gran efeméride.

En 2007 se habían cumplido cien años desde que los cinco protagonistas de esta historia pusieran en marcha un camino que les llevaría por cuatro valles pirenaicos, con el objetivo de documentar, inventariar y valorizar lo que había en las iglesias románicas de aquellos valles, desde entonces remotos y de difícil acceso desde la capital. El catálogo me fascinó, ya que había reproducidas, página a página, los cuadernos de dos de los expedicionarios, además de estar profusamente ilustrado con las fotografías de otro de los personajes de esta larga travesía, que al final duró 14 días. La información recogida durante el recorrido sirvió para la posterior salvaguarda de esculturas, pinturas y otros bienes eclesiásticos, en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), en el Museu Episcopal de Vic, en el Maricel de Sitges y en otros organismos, públicos y privados.

Inmediatamente me pregunté si alguien había reproducido ese viaje, ya que se trataba de toda una travesía pirenaica y si alguien había escrito algo. Ante la negativa de ambas preguntas, decidí ponerme manos a la obra y empezar a documentarme, de cara a rehacer la ruta (si eso era posible) y escribir un nuevo libro. Así nació mi proyecto, a raíz de otro ya existente, que me llevaría indefectiblemente hacia inicios del siglo XX.

LA MISIÓN ARQUEOLÓGICA DE 1907

El día 18 de junio de 1907, fruto del empuje de Enric Prat de la Riba –entonces presidente de la Diputació de Barcelona– se creó el Institut d’Estudis Catalans, con el objetivo de valorar el patrimonio natural, histórico y humano de Catalunya; por lo que se dotó al conjunto de un marcado carácter patriótico. Ese mismo año, se pedía al arquitecto Josep Puig i Cadafalch que redactara un ambicioso proyecto para dar a conocer el estado de los bienes muebles e inmuebles de las iglesias románicas que había esparcidos por cuatro valles pirenaicos.

El equipo no va nada arbitrario. Los vínculos que se adivinan entre ellos nos ofrecen un equipo cohesionado que trabajó intensamente en los catorce días que duró la expedición. En primer lugar, estaba Josep Puig i Cadafalch, que tenía 40 años. Por aquel entonces, ya era un arquitecto reputado, líder del movimiento modernista catalán. El despertar por el románico le había inculcado su maestro, el arquitecto Lluís Domènech i Montaner (diecisiete años mayor que él), que curiosamente había recorrido estos mismos valles pallareses, ribagorzanos y araneses entre los años 1904 y 1905.

Josep Gudiol Cunill, de 35 años, participaba en esta expedición con una doble función: en primer lugar, como conservador del Museu Episcopal de Vic, ya que fue el encargado –como demuestran las metódicas anotaciones en sus dos diarios– de inventariar los bienes inmuebles de las iglesias. La disposición de los distintos elementos en los retablos, los instrumentos litúrgicos, la descripción de las pinturas murales, etc. Pero, por otra parte, iba como cargo estamental religioso; por eso llevaba dos documentos firmados por los obispos de Urgell y de Vic que funcionaban como salvoconductos, para poder acceder sin trabas a todos los edificios religiosos que había a su paso.

Adolf Mas i Ginestà, de 47 años, ya era entonces un fotógrafo de cierto reconocimiento. Había coincidido con Puig i Cadafalch en la cervecería y cabaret Els Quatre Gats, situado en el edificio de la casa Martí, edificado precisamente por Puig i Cadafalch. Era director y gerente de Establissents Mass desde 1905 y su rigor a la hora de trabajar –especialmente en cuanto a la fotografía del patrimonio histórico-artístico– le valió poder incorporarse al equipo. El jurista Guillem Maria de Brocà i de Montagut, de 57 años, había sido uno de los creadores del Institut d’Estudis Catalans y, por tanto, conocía a Puig i Cadafalch. Siempre se ha dicho que se había añadido a la expedición porque quería realizar un estudio sobre la jurisprudencia y el derecho civil catalán en la franja de poniente. Pero lo cierto es que, como consta en una cita del excursionista Ceferí Rocafort en uno de los boletines del Centre Excursionista de Catalunya, Guillem Maria de Brocà, además, había estado varias veces en Caldes de Boí y, por tanto, el recorrido desde allí en dirección al sur, ya les sería conocido.
Finalmente, también iba Josep Goday i Casals, de 26 años, en calidad de ayudante de Puig i Cadafalch. Sin embargo, hay que decir que, como se pudo comprobar especialmente en la labor que realizaron en la Val d’Aran, donde se separaron en dos grupos para recorrer e inventariar todo el valle en un solo día, su versatilidad y resolución a la hora de trabajar no fue menos que la de su maestro, con quien seguiría colaborando después de la travesía. He aquí, pues, el equipo de la misión arqueológica que, el día 30 de agosto de 1907, partió de Barcelona para dirigirse, en tren, a Narbona y Toulouse.

EL VALLE DE LUISHON Y LA VAL D’ARAN

¿Por qué empezaron este recorrido por tierras de la Cataluña del Norte? Hay dos motivos de peso. En primer lugar, en el museo del monasterio de los Agustinos de Toulouse había agolpado –más que almacenado– una cantidad ingente de material románico y prerrománico (urnas y estelas funerarias) proveniente de las iglesias de aquella región. Actualmente podemos visitar el Museo de los Agustinianos, donde quedaremos maravillados de todos los vestigios que se exponen, especialmente de la sala de los Capiteles. Además, en la villa estaba la majestuosa iglesia de Sant Sadurní, de la que no podían obviar la visita, dado que era uno de los puntos destacados del camino de Santiago. Y en segundo lugar, resultaba imperativo inventariar las pequeñas iglesias románicas del valle del Arbost –Sant Pe, Casós de l’Arbost y Sant Aventí– verdaderos exponentes del románico pirenaico, de las que se tenían muy pocas noticias.

Así pues, la ruta de la misión arqueológica –como la que pude recuperar, 107 años más tarde– comienza en Banhèras de Luishon. Desde allí, antes de empezar a cruzar hacia el sur, conviene visitar el bonito valle del Arbost. Después, subiéndonos por los bosques esponerosos de hayas y robles que rodean el pueblo de Luishon ascendemos hasta el Portilhòn, puerta de acceso a la Val d’Aran. Justamente, en algún punto de esta ascensión, Adolf Mas inmortalizó una fotografía, de gran valor para la posteridad, porque se ve al equipo comandado por Puig i Cadafalch, que está situado en primer término, mirando a la cámara. Se puede comprobar el equipamiento que llevaban: 90 kg de material fotográfico a lomos de machos y caballos.

Desde el Portilhòn (1.293 m), el camino baja hasta Bossòst donde, siguiendo el cauce del río Garona, se llega a Viella. Allí, el equipo se repartió en dos grupos para peinar todo el valle en un solo día, por lo que, después de un día de trabajo verdaderamente maratoniano, pasaron la noche en Salardú. Actualmente, nosotros también podemos hacerlo, haciendo noche en el refugio Juli Soler i Santaló. Aquí es donde la historia nos proporciona el primer guiño porque, si bien Guillem Maria de Brocà era buen conocedor del valle de Boí y de la ruta que se extendía hacia el sur desde Caldes de Boí, el equipo de 1907 tuvo el privilegio de ser acompañado durante su estancia en el Arán por un guía de excepción. Nada menos que Juli Soler i Santaló, que en 1903 había escrito Excursiones por la Alta Ribagorça y en 1906 (justo el año antes de la expedición) .

UNA JORNADA PELIGROSA

El día 3 de septiembre de 1907 empezó muy temprano. Mosén Gudiol, que había pernoctado en Salardú, se había levantado a las cuatro y cuarto de la mañana para oficiar misa. A las cinco se había puesto en marcha hacia Salardú, donde había encontrado a todos los miembros del equipo todavía dormidos, extenuados. Se levantaron a las seis, pero no salieron del pueblo hasta las ocho pasadas, cabalgando a lomos de cinco machos, y otro de refuerzo para los bultos fotográficos. Dice Gudiol que «a les tres hores de camí ja’m recordava de l’entrada a l’infern explicada pel Dant». Cuando iniciaron la última subida hasta el puerto de Caldes, ahora ya a pie, el cielo estaba cubierto, del todo nublado, el suelo mojado y estaban exhaustos. Eran las dos y media cuando cruzaron el collado, las piernas les flaqueaban y todavía les faltaba todo el largo descenso hasta Caldes de Boí. Actualmente, por supuesto, la red de refugios permite hacerlo con mucha más confortabilidad. Los caminos están suficientemente marcados, acotados e indicados en planos y coordenadas GPS. Los refugios de Colomers y del Ventosa i Calvell permiten partir esta larga jornada en dos, por lo que nada tiene que ver con aquella otra expedición, de hace más de cien años.

Al bajar del puerto se perdieron: «Feya un fred terrible y a les tres de la tarde trobarem un lloc abrigat entre dues roques per entre les que sortia ayga y’ns aturarem per menjar algo.» Nuevamente en el camino, Adolf Mas resbaló y cayó de espaldas y recibió un fuerte golpe. Cuando ya anochecía, continuaban perdidos, bajando como buenamente podían entre el roquedal. Por suerte, encontraron un numeroso rebaño de ovejas y cuando se acercaron, vieron al pastor. Entonces, dice Gudiol: «Vé en Puig i Cadafalch y en Goday y li demanem que’ns tregui d’aquell lloch.» El pastor accedió a hacerlo e iniciaron el lento descenso entre los afrades de los lastres de la Morta. A las siete y media, ya a oscuras, el pastor y uno de los arrieros que llevaban se adelantó, dejándolos con el intento de encender fuego. Pasadas dos horas, vinieron los refuerzos y así, después de una aventura auténticamente épica, llegaron a Caldes de Boí a la una de la noche, dieciséis horas después de haber iniciado el ascenso por la vertiente aranésa, donde «els banyistes nos dispensaren una carinyosa rebuda.»

Tras el espanto de ese día, permanecieron un día de descanso en Caldes de Boí, para rehacerse y reponer fuerzas. Fue allí donde el padre Gudiol escribió un artículo que se publicaría el 11 de septiembre del mismo año en la Gazeta Montanyesa de Vic, titulado: Jornada peligrosa.

EL VALLE DE BOÍ: LOS HALLAZGOS ROMÁNICOS MÁS IMPRESIONANTES

Desde Caldes de Boí, hoy día –como antes– se desciende por el camino de l’Aigua, un sendero precioso, frescal, que comunica el pantano de Escales y lo que queda del monasterio de Lavaix con el balneario de Caldes de Boí. Además, todos los pueblos del valle están perfectamente comunicados por medio de los antiguos senderos de trashumancia y los caminos que utilizaron desde siempre sus habitantes para ir al pueblo vecino o para bajar a Pont de Suert. El equipo de 1907 bajó hasta Erill la Vall, donde quedaron completamente fascinados por la esbeltez del campanario de Santa Eulàlia. Pero, además, encontraron uno de los dos Davallaments (el otro apareció en Durro) y, gracias a su descubrimiento y a las fotografías tomadas por Adolf Mas, posteriormente se pudieron salvaguardar, aunque repartidos entre dos espacios. Una parte está en el MNAC y otra en el Museu Episcopal de Vic.

Años más tarde, el cura Gudiol escribiría, pletórico: «sempre recordaré amb fruïció el moment d’entreveure aquestes escultures dintre del clos profund, on sens dubte havien estat deixades perquè s’anessin consumint en ésser tretes del culte públic.» Actualmente, anexo a la iglesia se encuentra el Centre del Romànic de la Vall de Boí que, aparte de coordinar las visitas a las iglesias de todo el valle, dispone de un pequeño y muy interesante circuito pedagógico merecedor de una visita. Uno de los personajes teatralizados que aparecen, explicando su singladura es Puig i Cadafalch.

En Boí, encontraron el vestigio más importante y único en todo el valle. Las pinturas exteriores en los muros de la iglesia de Sant Esteve. En Taüll pudieron contemplar la majestuosidad de Santa María y de Sant Climent donde, detrás del retablo mayor de este último templo aparecía, hierático y majestuoso, el Pantocrátor, Cristo en majestad que tres años antes ya había fotografiado Lluís Domènech i Montaner a su paso por el Valle de Boí. Ese fue un día pletórico.

El equipo atravesó el puente sobre la Noguera Ribagorçana para llegar a Barruera y yo hice lo mismo. A partir de aquí, el descenso hasta el Pont de Suert es plácido y sin complicaciones. Merece la pena alargar la ruta, siguiendo el mismo camino de l’Aigua hasta el pantano de Escales para ver las ruinas del antiguo monasterio de Lavaix, que tanto Domènech i Montaner como Adolf Mas fotografiaron. A partir de aquí, el equipo de la misión arqueológica siguió el camino más lógico: bajar siguiendo las aguas de la Noguera Ribagorçana por un bonito camino empedrado que entonces había, visitar el imponente monasterio de Sopeira, seguir hacia Areny y, desde allí, subirse hacia Sant Esteve del Mall y Roda d’Isàvena. Una vez llegaron completaron el viaje hasta el monasterio de Ovarra, que yacía protegido por los riscos, enclavado entre montañas, en un callejón sin salida geológico. Ahora, pero, con el pantano de Escales, esta ruta no es factible. ¿Qué hacer, pues?

EL CAMINO DEL OBISPO RAMÓN: OVARRA Y RODA D’ISÀVENA

La solución a este callejón sin salida me lo proporcionó la historia, pero no la del siglo pasado, sino la historia medieval. Resulta que Sant Ramon, obispo de Roda d’Isàvena, en 1123 se desplazó hasta el valle de Boí para consagrar las iglesias de Santa Maria y de Sant Climent de Taüll. ¿Por dónde fue? Pues por un camino histórico, que aún hoy en día se conoce como el camino del obispo Ramon que, de Roda va hasta Ovarra y desde allí sube por los congostos del Paso de la Croqueta y nos lleva a encadenar una serie de bonitos pueblos con mucho encanto (Bonansa, Alins…) hasta el Pont de Suert. Hecho al revés, fue la solución que adopté para poder llegar a Roda d’Isàvena, a través de la Ribagorça. En Ovarra tuve el privilegio de redescubrir a la antigua virgen románica de Ovarra, a partir de una frase que pronunció la guía Rosa Monclús durante la visita que hice a primera hora de la mañana. Esta virgen, que allí nadie sabía qué rostro tenía, ya que llevaba años permaneciendo en una colección privada. Gracias al catálogo que se editó, a propósito de una exposición de vírgenes marianas que se realizó en la Fundació Marès de Barcelona, pude rastrear el catálogo hasta llegar a la descripción de la virgen.

Los miembros de la expedición, cuando pasaron por aquí, encontraron el monasterio lleno a rebosar de elementos sacros, tal y como se apresuró a dejar constancia fotográfica Adolf Mas. También quedaron impresionados con el sarcófago del caballero Ramon de Peralta y Despés. Puig i Cadafalch y su equipo regresaron a Barcelona a partir de Roda d’Isàvena y yo hice lo mismo, 107 años más tarde, con el camino hecho, la mochila cargada de ilusiones, un importante reportaje fotográfico y, lo más importante, con el material suficiente para escribir el libro: Pantocràtor, seguint Puig i Cadafalch i la Missió Arqueològica de 1907.

A la llegada, los miembros de la expedición fueron recibidos con todos los honores y fruto de su intenso trabajo, a partir del año 1919 se pudieron iniciar los trámites de arranque de las pinturas murales más importantes de las iglesias pirenaicas, para acabar dotando de contenido el fondo museístico del que posteriormente serían los importantes Museu Episcopal de Vic y el Museu Nacional d’Art de Catalunya, donde se preserva el legado románico más importante de toda Cataluña.

ENRIC SOLER I RASPALL

Nacido en Terrassa el 1966, es escritor, editor y viajero. Dedicado en cuerpo y alma a la literatura de viajes y de montaña, es autor de los siguientes libros: ESCOLTA, VENT… (1996), UN ESTIU DE GUAITA (1997), PER LA RUTA 40 – A través de la Patagònia de Chatwin (1998 y 2012), SOTA EL CEL DE TUSHITA – Viatge al Ladakh, el Petit Tibet de l’Índia (2004), MALEÏDES MUNTANYES! – Crònica d’una amistat (obra galardonada con el “VI Concurso de Literatura de montaña y de viajes Narcís de Puigdevall”) (2008), KI, KI, SO, SOOO! – Les nou portes del Zangskar (2012), PANTOCRÀTOR – Seguint les passes de Puig i Cadafalch i la Missió Arqueològica de 1907 (2016), y MAREDEDÉU, QUIN VIATGE -Seguint les passes de Lluis Domènech i Montaner per la Noguera Pallaresa (1904). Desde el año 2012 dirige el sello editorial TUSHITA EDICIONS, especializada en literatura de viaje y de montaña (www.tushitaedicions.com). Desde 2009 conduce la tertúlia literária y viajera de la Biblioteca Els Safareigs (Sabadell); y la de narrativa universal, en la Biblioteca del Sud (Sabadell). El año 2017 ha añadido una tertúlia específica de literatura de viajes en el Centre Excursionista de Sant Celoni. Escritor habitual de las revistas de viajes y aventuras: ALTAÏR, EL MUNDO DE LOS PIRINEOS, TURISMO RURAL, MUNTANYA y DESCOBRIR CATALUNYA, entre otras. También participa asiduamente en el programa de Catalunya Ràdio “ELS VIATGERS DE LA GRAN ANACONDA”, dirigido por Toni Arbonès. Últimamente recomienda libros de viajes en el programa “RIUS DE TINTA” de Catalunya Ràdio y participa en el Consejo de Redacción de la Revista MUNTANYA, del Centre Excursionista de Catalunya.
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