En La montaña mágica, la clásica novela de Thomas Mann, la conversación entre Settembrini, el humanista, racionalista, liberal, masón, ilustrado y Naphta, el judío converso, educado por los jesuitas, crítico de la modernidad liberal, alcanza una de las cimas de la creación literaria e intelectual más destacadas de todo el siglo XX. Son unos diálogos brillantes, cortantes, especulativos, de enorme tensión creativa, en el escenario imponente de las montañas de los Alpes, en el valle suizo de Saint Moritz. En un momento de estas conversaciones, a veces reflexivas, otras eléctricas, siempre respetuosas y creativas, se suelta una sentencia: “No existe la no política, todo es política”.
Por muchas razones, el alpinismo, en nuestro país el excursionismo, y en general los deportes de montaña, a menudo han intentado rehuir la etiqueta política. Centrados en la exploración geográfica o interior, el conocimiento natural o simplemente en el disfrute estético, la aproximación a lo sublime, con una clara deriva actual hacia el deporte y la competición, a menudo los enderezados de las montañas han rehuido cualquier posicionamiento político, aspirante quizá a motivaciones más elevadas, vitalistas, arrebatadas o de sociedad de fuga de una tierra baja guimeranía hacia una tierra alta limpia y librada del malestar del hombre contemporáneo.
Pero he aquí que el escritor y periodista, historiador y montañero Pablo Batalla, asturiano e hijo de la llanura de los Picos de Europa, acaba de publicar un libro LA BANDERA EN LA CUMBRE (Capitán Swing 2025) que, como si fuera un puñetazo por su contundencia y claridad, se alinea claramente con los males La montaña en la montaña. Sí, efectivamente, todo es política, la montaña y el alpinismo también son, sin lugar a dudas.
Este ensayo no es un libro de montaña pero va de montaña. Es una reflexión sobre la montaña como espacio simbólico, ideológico, de lucha y resistencia, y terreno de juego de la política en todos sus ámbitos. Su punto de partida es relativamente sencillo. Si cualquier ideología o sistema de pensamiento necesita algún tipo de paisaje, o de contexto, la montaña, desde el siglo XIX ha sido un espacio sobre el que se han proyectado heroicidades, patriotismo, espacios místicos o éxtasis personal. La montaña no es ni ha sido neutral; es una construcción humana que se ha hecho eco de la ideología de cada momento. El autor defiende que el alpinismo es una actividad política per se, vinculado al mito liberal del individuo autónomo y autosuficiente, a las construcciones nacionales del estado-nación, al imperialismo de algunas metrópolis.
El libro es un ensayo cultural, una memoria personal, una crítica despiadada del capitalismo desde unos postulados claramente marxistas, un cierto panfleto a golpes, sobre la montaña, entendida como una historia política del montañismo.
La metodología de trabajo está clara. Partiendo de un listado de las grandes ideologías y de las temáticas de los movimientos sociales de la contemporaneidad (patria, libertad o nacionalismo, feminismo, pacifismo, religión, antirracismo y descolonialismo, ecologismo, animalismo, etc) el autor hace el esfuerzo de explicarlas y ponerlas en relación con el mundo de la montaña. A veces, el paso de la anécdota a la categoría queda un poco corto y justea, todo es necesario decirlo.
Pero en su conjunto sale una historia del alpinismo muy diferente a las que conocemos hasta ahora, una historia queridamente política y politizada.
¿Qué significa esto? ¿Es un texto puramente especulativo sin conexión alguna con la realidad? No, en modo alguno. Ahora mismo, la larga cola de alpinistas que han pagado fortunas por ser subidos al Everest, responde claramente a una ideología política, el capitalismo de las alturas. La declaración de un parque natural o nacional es tan política como una ley laboral, y todos sabemos que la regulación de los accesos a la naturaleza no es neutral, sino que responde a intereses de turismo deportivo, económicos, urbanísticos y políticos que nunca son inocentes.
Desde el punto de vista sociológico, e incluso estético, las carreras de montaña que están teniendo tanto éxito como espectáculos televisivos en escenarios espectaculares, y que a menudo siguen itinerarios irreflexivos e incluso peligrosos, son inseparables de la promoción de la competitividad que mueve a la sociedad actual. La reconversión del deporte de montaña enfocado a competitividad de los ultratrails y formas de deporte extremo, demasiadas veces incompatible con el reconocimiento de los límites del propio cuerpo, no es una simple evolución natural del montañismo, sino el reflejo de una sociedad consumista y responde a una ideología neoliberal de autoexplotación.
En Cataluña tenemos una avalancha de ejemplos de esta relación entra la política y la montaña que demasiadas veces se han interpretado y analizado desde perspectivas que precisamente intentaban desatar esta simbiosis. Desde el mismo nacimiento del excursionismo catalán, estrechamente ligado a la Renaixença y la lucha por recuperar un pasado y unos mitos fundacionales, la simbiosis de la escalada con Montserrat, el movimiento anarquista y la montaña, el higienismo de los Amics del sol, la lucha antifranquista del movimiento excursionista, las acciones desde la cima del Aneto, los ejemplos son numerosos y evidentes. Pero sobre todo es importante aquellas acciones que aparentemente son técnicas (regulaciones de vías de escalada en Montserrat, nuevo telesilla en Vallter, regulaciones de acceso al Montseny, normativas de protección al medio natural), que tienen un altísimo componente político que se intenta esconder detrás de proclamas puramente tecnocráticas, asépticas y neutrales.
¿Qué sale? Un ensayo muy original, radicalmente distinto a los libros de montaña que leemos habitualmente. Siguiendo las intuiciones y las denuncias de Pablo Batalla se abren mucho caminos, se dibujan rastros y quedan muchas preguntas sin responder. Es un texto valiente, un ensayo que invita a pensar, a desplegar una nueva mirada sobre obviedades que no debemos dar por supuestas ni inevitables.
Seguramente es un libro insuficiente, pero abre una vía que sería necesario que otros siguieran, porque aquí hay mucha tela que cortar o, por decirlo de otro modo, mucha reflexión pendiente sobre el sentido del excursionismo en estos tiempos tan complejos. Porque como dice el dicho: “De la discusión nace la claridad, si no se apaga la luz…”
Y si, por supuesto, todo es política.